06 diciembre 2007

¡Ah, Sicilia...!

Pues hoy toca un plato tradicional siciliano: la caponata, quintaesencia de la cocina mediterránea según la Loren. De ingredientes sencillos, lo que necesita este plato es, ante todo, tiempo. Es perfecto como entrante, como cena ligera, o como guarnición para carnes y pescados.

Ingredientes

La caponata de la foto lleva:

1 berenjena muy grande
Aceite de oliva
1 cebolla grande picada
1 tacita de vinagre
1 docena de aceitunas negras picadas
2 cucharadas soperas de alcaparras escurridas
2 huevos cocidos desmenuzados
Sal y pimienta
1 taza de salsa de tomate "Salsa al Pomodoro Semplice"

Para hacer la salsa de tomate:

Tomate triturado natural (para una taza generosa)
5 dientes de ajo
Albahaca fresca
Seis cucharadas de aceite de oliva
Media cucharilla de azúcar
Sal y pimienta

Preparación

Pues manos a la obra. Primero cortamos la berenjena en rodajas de unos dos centímetros de ancho, las salamos por ambos lados, y las dejaremos secando prensadas entre papel de cocina durante unas cuatro horas. Entretanto, podemos preparar la salsa de tomate: colocamos en el aceite caliente los dientes de ajo picaditos, y los doramos. Retiramos esos ajos y añadimos el aceite frito al tomate con el resto de los ingredientes. La salsa estará cocinándose durante un poco más de media hora, con el fuego bajito. Ya vereis qué rico el olor de la albahaca llenando la cocina...

Pasadas las horas necesarias, cortamos en dados la berenjena, y la ponemos a dorar. Luego volvemos a colocarlas entre papel de cocina, para escurrirlas lo mejor posible, y las reservamos. En ese mismo aceite ponemos a freir despacito, muy suave, la cebolla, y luego la escurrimos. A un lado tendremos un cacito donde estará el vinagre, las aceitunas y las alcaparras hirviendo a fuego lento, hasta reducirse un tercio.

Juntamos en una sartén la cebolla, los ingredientes del cazo del vinagre y la salsa de tomate, y sazonamos con sal y pimienta. Mezclamos bien y lo cocinamos unos minutitos, comprobando que nos gusta el punto de sazón. Finalmente añadimos las berenjenas y dejamos durante un cuarto de hora que se cocinen a fuego lento.

Una vez hecha, ponemos la caponata en una fuente de servir, y la dejamos enfriar. La cubrimos con el huevo cocido desmenuzado, la tapamos, y la dejamos en la nevera durante un día entero, macerando. Para comerla al cabo de ese tiempo nos cuidaremos bien de dejarla un buen rato fuera de la nevera, para consumirla a temperatura ambiente. ¡Bo proveito!

24 noviembre 2007

Langostino empanado en maíz y mayonesa de albariño

¡Ja! Apuesto a que ya estabais impacientes esperando una nueva entrega de Terrorismo culinario, el temible compendio por entregas del peor saber gastronómico del mundo. Yhebra hizo luz en el camino y aquí estoy yo, siguiendo su estela.

En fin. Que si me saco este plato de la manga, posiblemente me mirarían con cara de alucine. Pero si quien lo hace es Marcelo Tejedor, entonces se llama cocina de autor. Como a mí hoy también me apetecía ser autora y tal, decidí arriesgarme con el invento.

Decía una compañera de piso que en una celebración en su casa, su madre comenzó a pasar bandejas de aperitivos al salón. Con total inocencia, su hermano empezó a llamar a los canapés con una particular variante dialéctica (propia, obviously): "canapiés". Misteriosamente los invitados empezaron a arrugar la nariz y dejaron de comer los antes apetitosos canapiés. Esperemos que cuando os animeis a probar estos langostinos no cunda el pánico entre los comensales de manera similar.

Ingredientes para 4 personas:

4 langostinos grandes 30 g de maicitos fritos 1 clara de huevo 1 cucharada de reducción de albariño 100 ml de aceite de oliva virgen sal

Preparación:

Inicialmente haremos una mayonesa de albariño. Para ello añadimos en un recipiente la clara de huevo, la reducción de albariño y la sal. Se bate bien y se incorpora el aceite poco a poco. Se reserva.

Y citando literalmente al chef, preparais los langostinos así: "Se evisceran y pelan los langostinos, dejando la última falange de su caparazón (la cola) para que queden más bonitos, y se ensartan con una brocheta. Se muelen groseramente los maicitos. En una cacerola, se lleva a ebullición medio litro de agua con sal. Se apaga el fuego y se introducen los langostinos durante 20 segundos. Se retiran del agua caliente y se pasan a un barreñito con agua fría para parar la cocción. Se escurren y esponjan muy bien y se empanan en el maíz molido. En una copa de cava, se introduce la mayonesa de albariño y el langostino cocido y empanado".

Bueno, hasta aquí la teoría. Ahora va un opinión personal de esta gata: Si los comensales gustan de comer con la botella de albariño, estupendo. Pero abrir una botella de un vino tan caro para usar exclusivamente 1 cuchara de reducción de albariño, es una auténtica pena. Así que si no vais a comer con el vino, prescindid de él y usad vinagre para la mayonesa. Es preferible eso a usar albariño barato y malo, que lo único que conseguirá será estropear el plato.

Espero que os sorprenda lo bien que casa el langostino con el maíz tanto como a mí. A disfrutar.

03 noviembre 2007

Un racimo de muffins

- Caperucita, Caperucita, ¿qué llevas en la cestita?
- Si lo adivinas, te doy un racimo.
- ¡Magdalenas!

Pues sí, el jueves me estrené haciendo magdalenas. El señor Driftwood se arremangó el bigote y entre los dos nos dedicamos a batir-batir-batir, mezclar-mezclar-mezclar y hornear-hornear-hornear. ¡Y tengo que reconocer que no resultaron nada mal! Hay muchísimas recetas posibles, pero la mayoría parten de una masa básica, sobre la que es fácil hacer modificaciones. Nosotros hicimos de dos tipos: con trocitos de chocolate, y de tarta de queso y fresas. Os dejo las dos recetas, os aconsejo que probéis y experimentéis. Vuestros amigos os lo agradecerán.


  • Magdalenas con trocitos de chocolate.
Antes que nada, ponemos el horno a precalentar a 200ºC.

Mezclamos en un bol 150 g de margarina y media cucharadita de vainilla (podemos usar vainilla líquida o azúcar vainillada). Cuando la margarina alcance una consistencia suave, añadimos 4 huevos y 1 taza de azúcar. La mejor forma es ir incorporando sucesivamente un huevo y 1/4 de taza de azúcar cada vez, hasta obtener una masa homogénea.

En un vaso, mezclamos 1/4 de taza de leche, 1 sobre de levadura y 1/2 cucharadita de sal, y lo añadimos a la masa anterior.

Siempre batiendo, incorporamos poco a poco 2+1/2 tazas de harina. En este momento, tenemos la masa básica de los muffins, y podemos empezar a experimentar. Por ejemplo, podéis usar alguna fruta: fresas en trocitos, arándanos, raspadura de piel de limón o de naranja... Sin embargo, cualquiera que me conozca sabrá que no puedo resistirme ante la posibilidad de usar chocolate, así que he troceado unos 300 g de chocolate (media tableta de chocolate negro y media de chocolate con leche) y los he añadido a la masa, mezclando bien con una cuchara para que se distribuyeran uniformemente.

Ahora ponemos moldecitos de papel en una bandeja de horno y los llenamos aproximadamente hasta unos 2/3 de su capacidad. Si tenéis moldes rígidos las magdalenas quedarán más bonitas. Para ello podéis engrasarlos bien con margarina, o poner un moldecito de papel en cada vasito. Si, como en mi caso, sólo tenéis los moldes de papel, las magdalenas quedarán más anchas e irregulares, pero os aseguro que estarán igual de ricas.

Horneamos entre 20 y 30 minutos a 200ºC, hasta que veáis que están doraditas. Siempre podéis hacer la prueba de los bizcochos: pincháis en el centro con algo de metal, y si sale limpio significa que la masa ya está cocida. Si los trocitos de chocolates son muy pequeños, quedarán fundidos con la masa. Si son más grandes, quedarán más enteros (yo los prefiero así).

  • Magdalenas de tarta de queso y fresas.
Esta receta nos ha parecido bastante exótica, así que la hemos probado también. La masa es diferente de la anterior, bastante más líquida, así que en este caso es muy recomendable usar moldes rígidos. Efectivamente, en la foto podéis distinguir cuáles son las magdalenas de queso porque están más achaparradas (las dos filas del fondo). Pero tras la cocción quedan esponjosas y deliciosas. Como siempre, empezamos precalentando el horno.

En un bol hemos mezclado 100 g de queso blanco de untar, 1/4 taza de azúcar, 1 huevo y 1/2 cucharadita de vainilla, y lo hemos reservado para después.

Para hacer la masa base ponemos en un cazo 6 cucharadas de margarina, 1/4 taza de leche y 1 cucharadita de vainilla, y lo calentamos a fuego medio y removiendo hasta que la margarina se derrite. Entonces lo apartamos del fuego y dejamos que se enfríe un rato. Cuando la masa está templada, incorporamos 2 huevos, de uno en uno.

En una fuente aparte, tamizamos bien 2 tazas de harina con 1 sobre de levadura, 1/2 cucharadita de sal y 3/4 taza de azúcar, y lo mezclamos con la masa anterior de margarina, sin batir con demasiada fuerza, hasta que quede con una textura suave.

Llenamos los moldes hasta un poco menos de la mitad con la masa base de margarina y harina. Entonces ponemos un poco de mermelada de fresas, un par de cucharaditas de la mezcla de queso que hicimos al principio, y volvemos a cubrir con la masa base.

Horneamos de 20 a 30 minutos a 200ºC y listo. ¡Ya podéis invitar al lobo a merendar!

15 octubre 2007

Chipirones en salsa

Uno de los platos estrella de mi abuela. Veréis qué fácil es la cocina tradicional española. Si al final lo más importante es disponer de buena materia prima...


Compráis un kilo de chipirones. Con eso os dará para tres platos aproximadamente. Empezamos por la tarea más dura: limpiarlos. Coged unas tijeras y, ante todo, no los miréis a los ojos. Cortad la parte superior y conservar las patas. Sacad el resto de la cabeza, limpiad bien el chipirón por dentro y quitadle la pluma (esa especie de plastiquito transparente y alargado que tienen en la parte de atrás del cuerpo). Enjuagadlos bajo el grifo, y cortarlos en aros anchos.

Poned en una cacerola un poco de aceite, y sobre eso, los chipirones, una cabeza de ajos picadita, una hojita de laurel, sal y pimienta molida. Ahora cubrimos con vino blanco (no exageréis, cubridlos pero sin ahogarlos) y cocemos a fuego lento hasta que se reduzca el vino. Tardará una media hora. Si cuando esto ocurra los chipirones están todavía duros, poned un poco de agua y seguid cocinando.

¡Y ya está!

Servid con patatas fritas caseras o con arroz en blanco.

14 octubre 2007

Quiche de Atún

Las quiches son pasteles salados, con una masa de hojaldre y un relleno que se presta a todas las variaciones que os podáis imaginar. Son fácile y rápidas de preparar, nada caras, y os hacen quedar bien con las visitas (y con vuestro estómago). Hoy os presento una muy básica, la de atún, la que se ha comido toda la vida en mi casa bajo el nombre de tarta de atún. Tomad nota:


Hoy lo hemos tomado con una ensalada de remolacha.

Lo primero es encender el horno para que se precaliente.

Para la base tenemos dos opciones. Podemos poner en un bol
  • 2 tazas de harina
  • 1/2 taza de margarina (con media sal)
  • 2 cucharadas soperas de agua

Mezclarlo todo bien y amasar. O... podemos comprar una masa de hojaldre (de las que no suben) congelada. En cualquiera de los dos casos, untamos un molde con margarina, y lo cubrimos con la masa bien extendida.

Para el relleno necesitamos los siguientes ingredientes:
  • 1 cebolla mediana. La cortamos y la sofreímos en un poquito de aceite.
  • 3 latas de atún. Les escurrimos el aceite y desmigamos el atún.
  • 1/8 kg de queso de bola o gouda rallado fino.
  • 2 huevos.
  • 2 yogures naturales sin azúcar.

Batimos los huevos con los yogures y el queso. Añadimos la cebolla y el atún y un poquito de sal, mezclamos bien y vertemos sobre el molde.

Horneamos a temperatura media (unos 180 ºC) durante unos 30 minutos.

Se sirve frío.

14 septiembre 2007

Albóndigas con berenjenas

Tenía yo el domingo pasado antojo de comer albóndigas, quién sabe por qué. Así que me planté el delantal e improvisé las primeras albóndigas que he cocinado en mi vida. No, no tiene tanto mérito porque sí he visto a mi madre hacerlas un montón de veces. Pero le he querido añadir berenjena para darles un toque más mediterráneo. Y esto es lo que ha salido.



Este plato se cocina en dos partes: la salsa y las albóndigas.

  • La salsa: tomate frito.
Me encanta cocinar tomate frito. Normalmente hago una olla enorme, y luego lo utilizo en salsas para pasta, o para comer con pescado, o con verduras, o simplemente solo. Por si alguien no sabe, se hace así:

Cubres el fondo de una cacerola con aceite (de oliva, por supuesto) y ahí sofríes, a fuego medio, una cebolla, un diente de ajo y un pimiento verde cortados en trocitos pequeñitos. Cuando la cebolla ya se ve transparente, viertes como un kilo de tomate triturado encima, un puñado de sal y media cucharita de azúcar. Remueves un poco con una cuchara de madera y lo dejas a fuego lento durante mínimo media hora. Como entrará en ebullición y lanzará gotitas de tomate por todas partes, mejor tapa la cacerola, pero no del todo, déjale una rendijita para que salga el vapor de agua que va perdiendo el tomate.

Muy importante: remover de vez en cuando para comprobar que no se está pegando al fondo de la caerola.

Y sobre todo: disfruta del "tap tap" que hace la tapadera al rebotar sobre la cacerola.

  • Las albóndigas.
He puesto en un bol grande unos 600 gramos de carne picada de cerdo y ternera, y encima he ido añadiendo, todo cortado muy pequeño, dos dientes de ajo, un trozo de puerro, media berenjena y perejil. Además, sal, pimienta y dos huevos batidos. Y yo no tenía en casa, pero me pedía a gritos parmesano rallado.

Llega un momento crucial: hay que arremangarse y meter las manos en la masa. Empuja con los puños cerrados, dale vueltas, separa con los dedos y vuelve a unir. Con firmeza pero con cariño. Disfruta del acto de amasar, siente la textura en tus manos. Al tocar la comida con las manos en cierta forma le transfieres tu estado de ánimo, tus deseos. Piensa en cuánto disfrutarán los comensales.

Cuando te parezca que la masa está suficientemente homogénea, empieza a coger porciones con una cucharita y a haz las bolitas de carne. Tendrás preparado un plato con pan rallado, por el cual pasarás cada una de las albóndigas procurando que quede cubierta por todas partes.

Pon en una sartén grande (o mejor, en una cacerola alta) aceite de freír hasta que alcance una altura de unos 4 centímetros. Cuando esté caliente, ve echando ahí las albóndigas. Sácalas cuando estén doraditas, a un plato en el que has puesto una servilleta de papel para que absorba el exceso de aceite.

Muy importante: en este momento las albóndigas están exquisitas, pero no seas egoísta, no te las comas, piensa en los demás. Bueno, puedes comerte una para probar, pero sólo una, ¿eh?

Y sobre todo: cuenta las albóndigas que han salido. Probablemente no te va a servir para nada, pero hay que hacerlo. Las albóndigas se cuentan.

  • El encuentro.
Ahora que ya tienes las albóndigas fritas y la salsa de tomate preparada, es el momento de celebrar su unión. Ve echando las albóndigas en la cacerola del tomate, una a una. Que la salsa quede bien repartida entre todas. Y déjalo cocinar un ratito (con diez minutos bastará) a fuego muy lento, para que las dos partes de esta comida se vayan conociendo. Comprueba que no se te queman las albóndigas en el fondo de la olla.

A la hora de comer, puedes acompañar las albóndigas con patatas fritas, puré de patatas o arroz en blanco, por ejemplo. A mí me apetecían con pasta, así que he cocido unos bavette del número 13 y he puesto la carne y un poco de salsa encima.

¡A la mesa!

03 septiembre 2007

¡Una sopita de pescado, por favor!

Hay tantas sopas de pescado posibles como peces hay en el mar.
(Bien, tampoco hay que exagerar).

Aclarado esto, pues os diré que esta noche he preparado una y ha salido buenísima. Perfecta para una cena o para un primer plato al mediodía, sobre todo es útil para reciclar. Por ése es el espíritu de la sopa de pescado, y de casi todas las sopas: son como las croquetas, nacieron con espíritu de reciclaje. Nada se tira, todo se aprovecha. Hace unos días cociné un par de preciosas lubinas silvestres (sí, sí, silvestres, de verdad, de las que navegan por los mares). Pero guardé las dos cabezas en una bolsita en el congelador, y con ellas he perpetrado hoy el asunto en cuestión.

Necesitais, además de un par de ollas:

a) Pescado (en mi caso, las dos cabezas de lubina y dos pequeños lomitos de merluza)

b) Litro y medio de agua

c) Aceite de oliva

d) 1 cebolla

e) 1 tomate

f) 1 trocito de pimiento verde

g) 2 dientes de ajo

h) 1 hojita de laurel

i) Perejil

j) Un puñadito de arroz de grano largo

k) Azafrán (¡del de verdad! nada de infames colorantes)

l) Sal


Una vez tenemos todos nuestros ingredientes, ¡a funcionar esos fogones! Ya vereis qué olores más ricos salen de la marmita...

En una de las ollas ponemos a cocer el pescado con una hoja de laurel, sal y una ramita de perejil.

Mientras borbotea alegremente, agarramos una tablita y picamos la cebolla, el tomate en trocitos bien pequeños, y ese pedacito de pimiento verde -poquita cantidad, queremos darle colorido, la base del sofrito será la cebolla y el tomate-. También picamos los dos dientes de ajo.

En otro hornillo colocamos la olla en la que haremos la sopa. Simplemente cubrimos el fondo con el aceite. Ponemos la cebolla sola y el pimiento. La sofreímos a fuego bajito, hasta que se haga completamente, pero quedando clarita y tierna, sin coger tono tostado. Luego añadimos el tomate y reducimos un ratito. Finalmente ponemos los ajos, y dejamos la mezcla un par de minutos.

Entremientras, el pescado ya estará probablemente cocido, así que agarramos un plato, cuchillo y tenedor, y lo escogemos todo. Lo ponemos en bocaditos, pero sin desmigajarlo mucho, para que luego no quede una papa dispersa por la sopa, que esté un poquito entero. Guardamos en un platito el pescado y volvemos a la olla del sofrito.

Volcamos el caldo de cocer el pescado sobre el sofrito. Cuando empieza a hervir, echamos el puñado de arroz y el azafrán. Lo dejaremos unos diez minutos. Al terminar, ponemos un poquito de perejil picado en la sopa.

Nos llevamos a la mesa la olla de la sopa y el plato con los trocitos de pescado aparte, para que cada uno se sirva a su gusto. Eso ayuda además a que, si sobra sopa, no se deshaga en la olla ni se pase.

¡Bon apetit!

22 julio 2007

El risotto de Toño


Desde luego no se lo inventó él, pero como fue quien me enseñó cómo se hacía y el que me pasó la receta (tras previa cata en su hogar), pues me parece que bien merecía el título del post.

Bien: éste es el "risotto in bianco", es decir, el risotto puro y duro, pelado, sin más ingredientes añadidos. ¿Qué necesitais? Para cuatro-cinco personas:

a) 500g de arroz arborio. Hay otros tipos de arroz que también se usan para este fin, pero éste está muy rico y es fácil de encontrar en el supermercado. Sin ir más lejos, Nomen comercializa arroz especial para risotto de esta variedad. Es un grano pequeño, ligeramente curvilíneo, y parece tener una perlita en su interior.

b) Litro y medio de caldo. Podeis usar un caldito de pollo de los de toda la vida o un caldo vegetal. A mí me gusta suavecito y prefiero el vegetal (se puede cocer por un ejemplo una cebolla, puerro, pimiento, zanahoria, etc...).

c)125 gramos de mantequilla.

d) 1 cebolla picada menuda.

e) Vino blanco.

f) Sal y pimienta negra recién molida.

g) Queso parmesano rallado.

Os aconsejo que no os pongais a hacer el risotto un día en el que esteis apurados o con prisas. Requiere paciencia y calma, y muchas ganas de revolver con vuestra cucharita de madera. Elegid una olla en la que sepais a ciencia cierta que jamás se pegará y manos a la obra:

En el hornillo vecino dejais el caldo que habreis cocinado previamente bien calentito, al borde del hervor. En la olla donde querais preparar el risotto echareis la mitad de la mantequilla y la cebolla picadita. La haceis a fuego lento, con paciencia, hasta que esté doradita y tierna, sin que en ningún momento se queme lo más mínimo y evitando que la mantequilla se queme o pegue. Paciencia y darle al palito de madera todo el rato...

Dorada la cebolla, echais el arroz y removeis bien fuerte para que se cubra de mantequilla y se caliente por dentro. Este momento se llama "tostatura" (o eso me han dicho) y lo ideal es que dure medio minuto, más o menos. Añadimos un buen chorro de vino y movemos bien el arroz para que se reduzca rápido.

Y ahora nos disponemos a cocinar el arroz durante
quince-veinte minutos: se va añadiendo el caldo cazo a cazo. Cada vez que añadimos un cacito de caldo, movemos un poquito el arroz y esperamos a que se reduzca totalmente. Antes de añadir un nuevo cazo siempre debe haberse consumido por completo el anterior. El arroz apenas puede hervir, por lo que el fuego debe seguir bajito. El arroz debe quedar cremoso y hecho, pero todavía firme.

Agotado el caldo, probamos el arroz y salpimentamos. En ese momento añadimos el resto de la mantequilla. Echamos por encima el parmesano y tapamos la olla. Lo dejamos reposar un par de minutos para que el queso se funda y el arroz quede en su punto. ¡Listo!

Sobre esta base, podeis cocinar una amplísima variedad de risottos y todos están estupendos: el de Génova lleva tomates; lo hay con guisantes, con setas, con espárragos, con carne. Experimentad, que es imprescindible.

¡Bon apetit!

PD: No me he acordado de sacarle foto al risotto que he perpetrado hoy, así que para compensar os dejo uno muy decorativo que seguro que es del gusto de Yhebra, tan amante de todo lo que huele a Japón: risotto al wasabi con huevas de salmón. ¿Bonito, verdad?

20 julio 2007

Como sorprender a tus invitados sin gastarse más de un euro.



GULAS CON ALMEJAS

Ingredientes:
§ 1 paquete de spaguettis marca Día.
§ 1 kg de conchas de las almejas que os trajisteis el verano pasado de la playa de la isla de Arousa.
§ 1 hoja del ficus que teneis en el portal de casa.
§ aceite de la lata de bonito que usásteis para los macarrones que comísteis la semana pasada.
§ 1 diente de ajo que gorroneis a vuestro vecino
§ 1 pizca de sal que, ya que teneis que hacer el viaje, aprovechareis tambien para gorronear a vuestro vecino.
§ 1 cucharada de Maicena, seguro que al vecino no le importa dárosla porque ya tuvo que abrir el paquete para daros un poquito la semana pasada.
§ 1 boli Bic de tinta negra, aquel que os llevásteis del banco el otro día cuando firmásteis la transferencia..

Preparación.

Rompa los spaguettis por la mitad y póngalos en una olla con abundante agua y sal Cuézalos al estilo español porque a los españolitos nos gusta que la pasta no esté dura y porque unas gulas que se precien deben deshacerse en la boca.

Escúrralos y ármese de paciencia para ir pintándoles los ojitos uno a uno con el boli Bic, en esta tarea pueden ayudarle los más peques de la casa pero vigile que no les pinten sonrisitas (que la gula siempre ha sido una especie muy seria).

En una sartén eche el aceite y cuando esté caliente ligue una salsa con la maicena, la hoja de ficus bien picada y agua. Finalmente ponga en ella las conchas y las angulas y remueva.

Sírvase caliente.

Nota: los comensales quizás se extrañen de encontrar sólo las conchas de las almejas y no su carne. Para olvidar esta circunstancia debeis ir llenando rápidamente sus copas de vino (a la sexta copa ya podeis poner en ellas Don Simón).


Como veis mis invitados han quedado tan agradecidos que han rebañado todo el plato

19 julio 2007

Hoy, comida de estudiante: ¡Huevos Iñakitxo!

Es duro ser estudiante. (Tras esta afirmación, da la sensación de que yo todavía estoy en la edad de serlo. Pero no: mi situación es el limbo, ese estado intermedio entre ser estudiante y la salvación definitiva del alma).

Premisas básicas del estudiante:
a) Aunque los hay mañosos, la mayoría no saben cocinar ni lo han intentado nunca antes de convertirse en seres de la categoría estudiante. Para qué. Ya cocinaban otros en casa.
b) No distingue una lubina de piscifactoria de una piarda de charca. No le pidamos exquisiteces.
c) El número de alimentos disponibles en casa es limitado. Hay lo básico. Ya sabeis: pasta, pasta, pasta... ¿alguna lata de aceitunas, tal vez?

Así pues, he aquí la panacea del estudiante. Recetas chorra pero que están muy buenas y que lleva apenas unos minutos hacer, sin necesidad de grandes desembolsos.

Los huevos Iñakitxo no son una invención mía. Son de un tal Iñakitxo, que según contó un día en la tele Arguiñano, era alguien que no recuerdo. Ingredientes necesarios: una patata grande, un par de huevos, una lata de pimientos asados. Agarrais un buen cuchillo y cortais la patata en tiras muy finitas y alargadas, sin llegar a ser patatas paja, que tengan un poquito de cuerpo. En aceite bien calentito las poneis a freir. Jugando con la espumadera, las amontonais en la sartén en dos grupos. Eso, que se frían formando dos pelotas, pegándose las unas a las otras, navegando alegremente. Cuando los dos montoncitos de patatas estén ya con color y crujientes por el borde, echais un huevo sobre cada uno. La idea es que el huevo quede sobre la pelota de patatas, friéndose sobre ella, de manera que patatas y clara formen un todo. Cuando la clara esté cuajada es el momento de sacarlo. Con la espumadera grande, sacais el bloque completo, patata y huevo. Y ya está, así de sencillo. Los pimientos dan color y alegría, además de estar de rechupete y requerir esfuerzo cero. Ejem, la verdad es que en la receta original había una crema de pimiento, pero qué narices, somos estudiantes, ¡sudores los justos!

Bon apetit :)

18 julio 2007

Cómo hacer el peor potaje de garbanzos sevillano del mundo

Siga atentamente las instrucciones:
  1. Ponga en remojo garbanzas de calidad durante un día entero.
  2. No vaya al supermercado a comprar tomate, cebolla, ajo ni chorizo.
  3. En una olla vierta un buen chorreón de aceite de oliva virgen extra. Añada dos pimientos asados grandes, un trozo de puerro medio seco que encuentre abandonado en el frigorífico, una hojita de laurel, una pizca de pimentón molido, otra de comino molido, las garbanzas escurridas y sal. Cubra con agua y ponga a cocer.
  4. Retire del fuego (unos cuarenta minutos después si usa olla rápida) y váyase al gimnasio, póngase a trabajar o duérmase una siesta, cualquier cosa antes que abrir la olla y comprobar el grado de cocción de los garbanzos.
  5. Ya tarde por la noche, abra la olla y compruebe que los garbanzos han quedado un poco duros.
  6. Saque los avíos (en este caso, los pimientos y el puerro), tritúrelos con el pasapurés y vuelva a añadirlos sobre los garbanzos. Aparte la hoja de laurel. Vuelva a poner la olla al fuego, esta vez descubierta.
  7. Vaya a sentarse delante del ordenador y abra un blog para contar sus experiencias culinarias. No se levante de la silla hasta que perciba un delicioso olor a quemado proveniente de la cocina.
  8. Saque los garbanzos que aún son comestibles, póngalos en una cacerola con un poco de agua y devuélvalos al fuego. Recuerde que aún tiene la esperanza de que algunos queden tiernos.
  9. Vuélvase al ordenador y escriba una entrada tal como ésta. A ser posible, no queme el guiso una segunda vez. Si es que quiere que quede algo que probar, claro está.


¡Buen provecho!